Te pedí un beso,
uno tan solo.
Uno con alma pero sin decoro.
Un beso tomado desde tus entrañas,
desde lo profundo de tus ganas.
Complaciente te acercaste.
A paso lento y contoneante.
Tan segura de tu encanto
cómo yo de soportarlo.
Te pedí un abrazo, uno muy fuerte.
Uno que llevará grandes intenciones.
Te plantaste frente a mí, con ésa sonrisa que mata.
Sin decir nada me tomaste el rostro.
Y tu beso fue largo y profundo,
y tu abrazo cálido y vigoroso.
Te preparé café y una charla abierta.
Tomaste asiento , cruzaste tus piernas.
En el entendido de una tarde sin prisas,
comenzamos a hablar de nuestras vidas.
De los temores y frustraciones,
de los lugares que nos emocionan,
de los proyectos por realizar
y algunas fantasías que han de llegar.
Hablamos largo y tendido.
De todo y nada entre risas.
Y la tarde se hizo noche,
y el tiempo se pasmó en la mesa.
Te pedí quedarte,
de inicio por un café.
Pero también por conocerte,
y que me conocieras también.
Aceptaste el café,
y también la charla,
y ahora solo queda decidir,
si mañana temprano,
al despertar también
te prepararé un café .
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