Te vi entre la gente
y el tiempo se pausó,
el sol pareció brillar
más mientras mi boca se secaba.
Un golpe de vacío,
a mí estómago estremeció.
Todo pareció perder
color excepto tu cadencioso andar.
Tu cabello suelto, ondeando al viento,
pareció el estandarte a tu etérea figura. Tal vez exagero, pero al voltear,
ése marrón en tus ojos;
se llevó mi corazón.
Sentí amarte al instante,
sin siquiera saber tu nombre.
Y por azares quizás,
tu mirada al pasar se instó a regresar. Posaste tus ojos en mi,
inclinaste tu cabeza al costado
y el curso de tus pies cambió.
Te acercaste al paso,
con huella firme y sin dilación.
Tan solo unos metros nos separaban,
y por alguna extraña razón,
mi pulso se desbocó.
Te sentaste al lado mío,
preguntaste si te conocía.
Te contesté que no
pero que me encantaría.
Sonreiste, y si algo faltaba
para caer rendido ante ti:
ésa sonrisa me desbarató.
Me diste la mano en señal de saludo,
tu nombre dijiste y pediste el mío.
El sol brillaba y la brisa soplaba,
y mientras comenzamos a andar
por ése parque rebosado,
sentí que al final, los causales
siempre te llevarán adónde debes estar.
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A veces la vida tiene preciosas casualidades que nos llevan exactamente a dónde debemos estar. ☕️☀️