
Días en silencio,
donde todo se reduce a ecos.
Días de algarabía,
dónde la música explota el caos.
Sin movimiento raudo,
apenas perceptible.
Y también un vendaval,
ése donde todo resuena y se expande.
El clásico café negro,
fuerte y caliente.
La pluma entre los dientes,
alternando el gusto con el cigarrillo.
Entre momentos perfectos
de una vida imperfecta,
es ahí, donde cada punto suma y resta.
Entre lo perdido y lo que gané,
enmedio de las ideas que se revuelcan
y las emociones que se elevan.
Es tan fácil decirlo de dientes afuera
y tan complicado cuando de adentro se trata.
Un punto intermedio,
uno equidistante;
uno que tome ésas alas
y las lleve a vivir.
Buenas desde Pereira. Un primo que estudia en Bogotá me envió un video mostrándome cómo había duplicado su plata en un juego raro que parecía de feria. Lo busqué por curiosidad y encontré plinko en plinko. Al principio no entendía mucho, pero la mecánica se volvió adictiva. Perdí varias veces, pero cuando agarré el ritmo, una ficha cayó en el multiplicador más alto y recuperé todo lo invertido más un buen extra. Desde entonces, le dedico unos minutos al día.